Hablamos de dos sectores que han sufrido en los últimos tiempos un acercamiento sin precedentes, provocando un trasvase de recursos y conocimiento a todas luces beneficioso para ambos.
No desvelamos ningún secreto al apuntar que para la oficina de farmacia, la apuesta por la cosmética, los dispositivos médicos y los productos de autocuidado ha permitido, en muchos casos, capear el temporal causado por la crisis económica global y los cambios legislativos en cuestiones de financiamiento de medicamentos, como el sistema de precios de referencia de 2011. Los farmacéuticos han visto cómo sus expositores se poblaban de nuevos productos y cómo ello cambiaba por completo su modelo de negocio, desde el diseño de la oficina hasta su gestión. Sin embargo, el giro de la industria farmacéutica hacia la cosmética no se limita a este hecho, sino que va mucho más allá.
Hay que tener en cuenta que, pese a ser uno de los sectores más potentes en facturación y generación de riqueza directa e indirecta y ser clave en el mantenimiento del estado del bienestar, pese a haber resistido como pocos a la crisis, el sector farmacéutico ha tenido que reinventarse debido a múltiples factores. Por un lado, los cambios en la economía nacional y la caducidad de patentes han provocado la irrupción de los genéricos, la bajada de precios de fármacos tradicionales y el descenso, por tanto, de los márgenes de los laboratorios. A este hecho hay que unirle el estancamiento en la I+D. Si bien es cierto que nunca antes se había invertido tanto en la investigación de nuevos fármacos, hace mucho tiempo que no vivimos una revolución científica en este campo. En la actualidad el grueso de los nuevos medicamentos corresponde a mejoras sobre los ya existentes, nuevas formas terapéuticas y a los biológicos, complejos y costosos de fabricar.
Así, al igual que ocurrió con la oficina de farmacia, los propios laboratorios han puesto su ojo en la Industria Cosmética y de Consumer health. El alto grado de compatibilidad entre la fabricación de medicamentos y ciertos productos cosméticos, la experiencia de los laboratorios en procesos complejos y la seguridad que aporta el cumplimiento de unos requisitos mucho más restrictivos, han hecho que muchos laboratorios, especialmente aquellos enfocados a la fabricación a terceros, están apostando por la cosmética como forma de ampliar su target. Ello se ha visto facilitado por un gran número de factores:
Por un lado, la Industria Farmacéutica ve con buenos ojos el que se trate de un sector con una normativa más laxa que la que se aplica al desarrollo de medicamentos. Viniendo de tiempos superiores a los 10 años que en muchos casos no culminan con éxito, el sistema de aprobación de productos cosméticos es visto como una ventaja por los laboratorios farmacéuticos.
Por otro lado, desde el punto de vista de la fabricación, fármacos y productos cosméticos comparten un gran número de tecnologías, maquinaria y procesos. Es cierto que la industria de los medicamentos está sometida a un mayor control normativo y que su inversión en I+D es muy superior, pero ambos aspectos han ido cobrando importancia en el sector cosmético en los últimos años y, muy probablemente, lo seguirán haciendo en los próximos años. Nos encontramos con que muchos laboratorios de productos cosméticos están sometidos a las mismas GMPs que los farmacéuticos.
Otro punto interesante que se deriva de esta sinergia de procesos es que desde el punto de vista de los proveedores no suele existir distinción real entre ambos sectores. El diseño de salas blancas, equipos de producción, sistemas analíticos, maquinaria e incluso servicios (consultoría, esterilización, certificación, formación, etc.) son relativamente compatibles, con lo que nos encontramos con proveedores comunes para ambas industrias.
En los últimos tiempos estamos viendo, además, cómo lo que es tendencia en la Industria Farmacéutica lo es también en la cosmética, algo posiblemente motivado por el hecho de que ambas industrias están reguladas por las mismas agencias. Herramientas como las del Data Integrity, de total actualidad en el sector Farma, están aplicándose también en la Industria Cosmética actual. Las exigencias normativas de documentar los test analíticos y de seguridad implican la generación de un gran número de datos, al igual que ocurre en el caso de los medicamentos, y las soluciones pueden ser, por tanto, comunes. También preocupa en ambos casos el problema de la falsificación y los mecanismos de codificación y trazabilidad que se plantean en el caso de los cosméticos son heredadas de las que ya se aplican en el caso de los fármacos o viceversa.
Gran parte del esfuerzo investigador enfocado a los productos cosméticos es rentabilizado también por el sector farmacéutico y a la inversa. Baste citar como ejemplo los nuevos materiales biodegradables o con base nanotecnológica de envases plásticos, o los avances en fotónica, liofilización, reología o galénica.
Un importante nexo de unión entre ambos mundos lo constituye la Biotecnología, un sector muy potente y en franca expansión, que nutre por igual de nuevos productos y soluciones a la industria del medicamento y a la de la cosmética. No en vano, las patronales de los tres sectores, Asebio, Farmaindustria y Stanpa, han suscrito numerosos acuerdos de colaboración.
Por último, y no por ello menos importante, está la importancia económica creciente del sector cosmético nacional, que mueve al año más de 7.000 millones de euros y es uno de los más importantes en lo que a exportaciones se refiere. Un volumen de negocio así se antoja interesante para cualquier laboratorio si la inversión a realizar no supone un impedimento.
Es una opinión extendida que la conexión entre la industria cosmética y la farmacéutica no hará más que crecer en los próximos tiempos y, muy probablemente, se desarrollarán nuevas sinergias a las que los profesionales de ambos sectores tendremos que estar muy atentos.
Redactor Jefe de Farmespaña Industrial e Industria Cosmética