Riesgo asociado a la tendencia DIY en cosmética

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La tendencia por el concepto DIY se ha vuelto muy popular en el ámbito de la cosmética. Pero esta práctica artesana realizada desde el desconocimiento puede derivar en problemas de salud en la piel, puesto que las condiciones de fabricación no son las óptimas y estos productos carecen de evaluaciones, pero ¿qué causas han derivado hacia este tipo de práctica? ¿Existe desconfianza del consumidor hacia la industria cosmética? Parece razonable pensar que en algunos casos la industria puede conducir al consumidor a este tipo de situaciones, por ejemplo, a la hora de alegar reivindicaciones que no aplican a una fórmula concreta o al rechazar ingredientes permitidos por el reglamento.

En los últimos años, hemos observado una gran acogida general por el concepto DIY, término cuyas siglas significan Do it Yourself, en campos como el bricolaje o el textil, entre otros.

Actualmente, esta tendencia se ha vuelto muy popular en el ámbito de la cosmética. Parte de la inclinación por este tipo de cosmética, la observamos en la influencia que ejercen las redes sociales, donde podemos encontramos infinidad de tutoriales, con sencillas ideas que explican paso a paso recetas para fabricación de todo tipo de productos con ingredientes caseros, que podemos encontrar en cualquier hogar. Como por ejemplo, podemos encontrar mascarillas capilares con ingredientes como aguacate o miel, exfoliantes labiales a base de azúcar, geles con aloe vera o pastas de dientes con bicarbonato y aceite de coco.

Es cierto que, la elaboración de la cosmética casera es una práctica que se lleva realizando toda la vida, pues en muchos casos, hemos realizado algún remedio casero que nos han enseñado nuestras madres o abuelas. Pero hay que recalcar que no es lo mismo la elaboración de una mascarilla que vamos a utilizar una única vez, retirar de la piel y desechar, que la elaboración de una crema que podemos guardar y utilizar al cabo de meses, en la que no hemos utilizado conservantes y la cual puede llegar a ser muy peligrosa.

Por tanto, más allá de la experiencia que el usuario encuentra al realizar un proceso artesano de este tipo, esta práctica puede englobar varios problemas de salud a nivel dérmico que pueden ser ignorados desde el desconocimiento.

Uno de los problemas a la hora de elaborar este tipo de cosmética, se encuentran en las condiciones de fabricación, puesto que se trata de fórmulas fabricadas en cocinas habituales, donde las condiciones higiénicas no son comparables a las establecidas en una planta de fabricación, al igual que no se tiene en cuenta ningún tipo de rigor en las cantidades que se añaden de los distintos ingredientes a cada producto.

Por otra parte, los productos no están sometidos a ningún tipo de control microbiológico ni son sometidos a pruebas de estabilidad; que validen, por ejemplo, que no existe crecimiento microbiano o cambios en el ph, siendo aspectos muy críticos y que pueden conllevar a grandes problemas en la salud, como son infecciones micóticas, bacterianas o parasitarias.

Otro aspecto importante, es la ignorancia a la hora de pensar que al tratarse de ingredientes caseros son ingredientes seguros. Pues bien, sabemos que muchos de estos ingredientes pueden reaccionar negativamente con la piel, dando lugar a dermatitis de contacto o alergias cutáneas. Es el caso del zumo de limón, donde nos encontramos con un pH muy ácido que puede llegar a alterar la barrera cutánea, o incluso inducir dermatitis de berloque tras exposición solar, o por ejemplo el uso de bicarbonato, que puede elevar el pH de la fórmula dando lugar a posible proliferación bacteriana, alterando la microbiota.

A nivel del consumidor, la gran acogida está relacionada entre otros factores con la experiencia que encuentran en fabricar sus propios productos de forma artesanal, con el ahorro que implica, e incluso está asociada a la eficacia esperada frente a un cosmético proveniente de la industria. Este tipo de eficacia se trata más bien de una opinión individual subjetiva, influenciada por redes sociales, lejos de ser una eficacia corroborada con estudios clínicos científicos, llevados a cabo en una fórmula controlada cualitativa y cuantitativamente, bajo supervisión de especialistas.

A nivel de industria, es importante hacer autocrítica y pensar en qué está provocando la tendencia hacia este tipo de práctica cosmética.

Al margen de la sensación que experimenta el consumidor a la hora de elaborar sus propios cosméticos, se suma la poca fiabilidad o el desconocimiento a la hora de qué cosmético elegir debido a la extensa gama presente en el mercado. Ya que se encuentra con un amplio abanico de ingredientes no contenidos en algunas formulaciones pero sí en otras, que le hacen dudar sobre la seguridad y fiabilidad de los mismos, y por consiguiente terminan rechazando este tipo de ingredientes, perjudicando a otros productos. En muchas ocasiones parece lógico pensar que es la propia industria quien conduce al consumidor a este tipo de situaciones, por ejemplo a la hora de alegar algún tipo de reivindicaciones como es el caso de los sin, en algunos casos ingredientes que no aplican a la fórmula en cuestión, que están permitidos por el reglamento o que ni siquiera son ingredientes utilizados en la industria cosmética.

Es probable que esta situación lleve al usuario no solo a apartar el ingrediente a debate, sino a rebatir y cuestionar a la industria en general, buscando cosméticos artesanos naturales, que asocian con salud de la piel, y consideran exentos de “formulaciones con ingredientes tóxicos”.

 

María Barbero Calderón
Responsable de estudios cosméticos in vivo
maria.barbero@zurkoresearch.com