Todo organismo llega a una fase regresiva de su ciclo vital que se manifiesta por cambios anatómicos, fisiológicos y anímicos; esta fase se conoce con el nombre de envejecimiento.
En el universo, todo está envejeciendo desde el mismo instante de su formación; y lo hace, tanto la materia viviente, como la inanimada.El envejecimiento sería el paso de un ser o un objeto a través del tiempo. Según las teorías físico-filosóficas más recientes y en boga, fuera de la coordenada o dimensión del tiempo, no habría envejecimiento. Lo que ocurre es que en nuestro mundo, todo está sujeto a esta coordenada, por la que resulta imposible pasar sin sufrir cambios físicos. En principio, y por este motivo, se puede identificar envejecimiento, con cambios a través del tiempo. Lo que ocurre es que estos cambios, aunque dependan ineludiblemente de él, no resultan ser su simple función lineal, sino que entran en ellos, asimismo, otros factores que aunque sean secundarios; influyen en el proceso general de envejecimiento.
El envejecimiento representa, pues, el conjunto de modificaciones que tienen lugar en el organismo como consecuencia del tiempo vivido y, asimismo, del modo cómo se ha vivido y se manifiestan así:
a) Disminución del nivel vital.
b) Pérdida de peso y volumen corporal.
c) Menor elasticidad y movilidad.
d) Declive del metabolismo basal y total.
e) Disminución de las funciones inmunológicas.
f) Cambios en la piel con formación de arrugas, manchas y pérdida de turgencia y elasticidad. También, caída y encanecimiento del cabello.
Como se acaba de indicar, el envejecimiento puede ser asimilado a esta serie de cambios que aparecen con el paso del tiempo. Ahora bien, el concepto íntimo del tiempo es uno de los más grandes misterios de la Humanidad. Desde que el ser humano adquirió conciencia de que el tiempo pasa, se ha sentido confundido por su naturaleza inescrutable. Es un tema que ha cautivado a poetas, escritores, filósofos y científicos; y aun cuando esté presente en todas sus principales teorías actuales, la Ciencia sigue careciendo de una idea de en qué consiste el tiempo. De lo que sí está segura la Ciencia, es que la vida va ligada a la materia, al espacio y al tiempo. Mentes preclaras como San Agustín (350-430), intuyeron ya que el mundo no se hizo en el tiempo, sino simultáneamente con él y que, en consecuencia, no estaba antes. Aunque para la inmensa mayoría de la Humanidad, hasta la formulación de la teoría de la relatividad de Einstein, el tiempo era absoluto, es decir, el mismo en cualquier parte del Universo, existiendo ya antes de su formación.
A este respecto, cabe señalar la curiosa anécdota del arzobispo irlandés James Usher, quien en 1654, basándose en datos del Antiguo Testamento, calculó que nuestra Tierra fue creada a las 9 de la mañana del día 26 de Octubre del año 4004 antes de Cristo. Lo que indica, bien a las claras, la creencia errónea en un tiempo anterior a la formación de nuestro planeta.
Todos somos conscientes del irreversible fluir del tiempo en un único sentido, aunque la ciencia moderna, en especial la Física, en la que sus teorías básicas actuales – la mecánica de Newton, la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica de Heisenberg y Schrödinger – son prácticamente indiferentes a ese concepto unidireccional. Dichas teorías serían igualmente válidas con un tiempo que corriera al revés. Por lo que pudiera haber otros mundos, en los que el tiempo fluya en sentido contrario, al que estamos familiarizados; donde la gente se levantaría de la tumba, para ir rejuveneciendo y acabar en el momento de su concepción. En nuestro mundo, sin embargo, tales especulaciones se contradicen con la realidad empírica, de que el tiempo fluye en un único sentido; corre como una flecha, lo que tiene unas características direccionales preferentes. De este hecho se ha acuñado la sugestiva expresión de la “flecha del tiempo”, que marca su irreversibilidad y cuyas consecuencias, sobre cualquier ser viviente, son el envejecimiento y el encuentro final con la muerte.
Ambos fenómenos, envejecimiento y muerte, son, pues, los indicadores más fiables que poseemos acerca del sentido unidireccional del tiempo. Científicamente, no se ha podido comprobar ningún caso de un organismo vivo que, una vez muerto, vuelva a la vida, que rejuvenezca y que acabe su periplo vital naciendo, en lugar de morir. Así pues, la vida que está íntimamente relacionada con el tiempo, es unidireccional y, por ende, irreversible.
Ruth Margalef Kriesten
CEO & OWNER – Biogründl
Miguel Margalef Esteve
Colaborador honorífico